Cosas de casa

Dice que debería darme vergüenza mi soledad. Qué cosas.

A mí, hace un tiempo, lo que me daba vergüenza era no saber amar. Había en mí una sensación como cuando todas tus amigas habían dado un beso pero tú no. Lo mismo pero a gran escala. Miraba a todo el mundo y pensaba por qué ellos sí podían tener un corazón y qué es lo que le había pasado a mi pecho para sólo tener este feo hueco...

Ahora que ya descubí el mío—pequeñito y tímido, pero mío—me he dado cuenta de lo que fallaba en mi teoría: la gente confunde de lugar su vergüenza, ¡no saben dónde colocarsela! Y entonces la esconden en el bolsillo trasero del pantalón o en cualquier otro escondrijo y se sienten valientes y dicen que aman y quieren cuando en realidad su corazón se esconde en su feo hueco mientras lee a Schopenhauer.

Así pues, no; no me da vergüenza mi soledad, mamá. ¿Y a ti? ¿No te da vergüenza no haber sabido ser nunca la compañía? Qué poco nos parecemos...