Pues no sé...

¿Pero quién te crees que eres? Las razones para estar triste las elijo yo de entre mis desastres y nadie, escucha, ¡Nadie más! Debería poder venir y decir: 'Toma, prepárate; voy a hacerte daño. Pero no te preocupes, que te dejo las llaves del pecho atadas a la garganta; para que, cada vez que tragues saliva o suspires, te acuerdes de mí. Jódete y sé feliz. Te quise.'