Confesiones

Para escribir hay que tener algo que decir. Y yo no tengo nada—que decir tampoco—.

Recuerdo que antes tocaba este teclado cuando la canción más triste del reproductor era la banda sonora de mi día a día, que lo tocaba porque había en mi una tristeza plena que tenía que canalizar por algún lado... Y ahora ya no es plena. De hecho, ahora yo ya no soy plena porque juego entre ser extremadamente feliz y herirme con el extremo más triste. Y así, a medias entre el 'Me quiere' y el 'No me quiere', no se puede hacer, ni decir, absolutamente nada.